lunes, 7 de julio de 2014

Siempre nos quedará Yas Marina


Quizás la prueba definitiva para demostrar que a la FIA y los equipos les ha salido el tiro por la culata quede demasiado lejos todavía, pero no por ello debemos desmerecerla.

Esta temporada se prometía apretadita en lo técnico y lo competitivo, pero solo se prometía, porque para ser sinceros había demasiadas dudas al respecto, tanto es así que mantener el interés hasta el último suspiro se estimó necesario dar una puntuación especial a la prueba de cierre del vigente campeonato. Voy más lejos: los aficionados nos salvamos por el canto de un antiguo duro, del que valía cinco pesetas de las de antes, de que las tres últimas carreras de la sesión valieran el doble que el resto de las que componen el calendario.

El espectáculo prima en la Fórmula 1 por encima de otras consideraciones y la falta de seguridad de nuestros mayores ha sido tal al respecto de no haber dado con la auténtica piedra filosofal en el nuevo reglamento, que apenas hubo oposición entre las escuderías ante un contradiós de tamaño calibre. Así, el Gran Premio de Abu Dhabi, que se celebra como sabemos de sobra sobre el sosote y previsible circuito de Yas Marina, valdrá en 2014 como dos Monza o dos Spa-Francorchamps, o si nos ponemos, como un Suzuka y un Interlagos juntos.

Haced las combinaciones que os apatezca. Dos, habéis leído bien, exactamente el doble que cualquier otro Gran Premio, incluso los más anodinos, como si el esfuerzo mecánico y humano que se hace necesario para recorrer 310 kilómetros valiera lo mismo que el que se requiere para completar 620...

Bernie, tan preocupado por la falta de sonido en las carreras, aplaudió el asunto. Todt y su FIA, tan enfocados a impedir que se pierda la identidad de la F1, sancionaron la idea. Los equipos, tan implicados en asegurar que todo esto siga siendo una metáfora de la máxima disciplina del automovilismo, se hicieron literalmente los orejas para seguir recibiendo alpiste.

Como telón de fondo, para qué vamos a ocultarlo, está que las 24 Horas de Le Mans puntúan el doble que el resto de carreras que componen el circuito de pruebas del WEC (FIA World Endurance Championship), pero aquí se acaban los parecidos, porque en sentido estricto la disputa francesa debería contar el cuádruple o el quíntuple que sus compañeras de viaje y calendario, por excelencia para el público, aficionados y prensa especializada, por notoriedad y sobre todo, por exigencia para escuadras, máquinas y pilotos.

Estamos sin duda ante uno de esos baluartes tan característicos de nuestro deporte: la capacidad para elevar una chorrada como la copa de un pino al calibre de evento único por la cara, por la puñetera cara, con la única intención de vender unas cuantas entradas con antelación y hacer creer a los más ingenuos que la Fórmula 1 es tremendamente genuina, incluso en sus cosas.

Bien. A nadie con dos dedos de frente le debería sorprender que al paso que va el tema, sepamos con la suficiente antelación que en Abu Dhabi asistiremos con suerte a un tú a tú entre Nico Rosberg y Lewis Hamilton en el que caerá algún que otro récord que quedará para los anales, con lo cual, los récords, los anales y el propio deporte, se devaluarán un poquito más sobre lo devaluados que están, como cuando se cambiaron los términos que definían un Grand Chelem para que Sebastian encajara en el conceto, que diría Pepiño Blanco, sumando así uno nuevo galardón a su extensa carrera de éxitos; como cuando irrumpió el DRS; como cuando se pasó de la antigua puntuación a la nueva...

Luego nos entretendremos debatiendo sobre lo divino y lo humano, como si lo viera, sobre si somos nostálgicos o sencillamente sobre si hemos sabido acoplarnos a los nuevos tiempos, pero como ruido de fondo siempre quedará la evidencia de que nuestros medios de comunicación, general o especialista, y un buen nutrido grupo de aficionados que se autodenominan pata negra, se siguen comportando como una auténtica banda de cobardes que tienen pánico a señalar las erratas que encuentran en el camino para implicarse a saco en un auténtico cambio del actual estado de cosas, ya que los primeros cobran por llevar en alto la tea que teóricamente nos alumbra y los segundos, alardean en público de sus respectivas aureolas.

Eso sí, siempre nos quedarán Yas Marina y su sobrexposición a la retórica huera y al énfasis cacofónico; el rollo de que la Fórmula 1 es intrínsecamente complicada y solo está al alcance de los expertos o los paladares exquisitos; esa letanía cansina que nos recomienda que no miremos hacia tiempos pasados para entrenernos porque con lo que nos dan deberíamos tener suficiente; y esas gradas vacías y esa pérdida constante de audiencias que nos hace reflexionar con miedo que cuando Fernando falte, no tendremos ni una miserable Antena3 ante la cual quejarnos...

¿Qué tal si nos ponemos las pilas y empezamos a llamar las cosas por su nombre?

4 comentarios:

Interlagos dijo...

Plas, plas, plas!!!

Unos txalos (aplausos) a este impresionante artículo!!!

Anónimo dijo...

Aaaamennn. Ah! y a mí me ha hecho mucha gracia lo del anti-capullos y leer sólo las réplicas, jajaja porque he podido imaginarme las multitud de tontás varias que podían haber encendido a los contertulios. Muy bueno, Jose. Y sobre el tema, pues es que los malos son tan perseverantes en su maldad, egoísta, mezquina, maquiavélica, interesada, estúpida, borrega, irracional... o una combinación de todas, que a veces desfallezco. Un saludo a todos. ABB

Esguilu dijo...

De todo lo que dices, hay algo que realmente me indigna más que el resto. A la prensa especializada nunca le tiembla el pulso a la hora de poner a caer de un burro a un piloto, a una escudería, incluso a un jefe de escudería, pero jamás se pronuncian con la misma contundencia contra las altas esferas de la F1 o la FIA. Megáfonos en los escapes, titanio en los bajos mas bajos del coche, restricción a saco de entrenamientos, horas de simulador, horas de túnel de viento, para abaratar un circo, en el que lo que más caro sale son los "payasos". No desfallezcamos en la lucha, que tantas voces tienen que ser oídas algún día.

Anónimo dijo...

Pues payasos hay unos cuantos!