miércoles, 11 de enero de 2017

Out. Game Over!


He llegado a un punto en mi vida en que puedo decir sin arrugarme que hay determinadas cosas que me importan un carajo. La Formula E me importaba bastante poco y ese fenómeno paralelo que se ha montado este domingo pasado en Las Vegas, aún menos.

A decir verdad, tuve contacto con el entorno Simracing el año pasado, a través de mi cuenta de Facebook. Cada cierto tiempo llegaba alguien que parecía jugar a algo virtual, que me solicitaba amistad y yo se la concedía porque no soy remilgoso y me gusta todo lo que huela a ruedas y tal, pero a renglón seguido, como si todos siguieran un mismo guión, éste o aquél me preguntaba por el chat que a qué plataforma jugaba y qué coches pilotaba... Huelga decir que en cuanto descubrían que estoy mayor para determinadas cosas, que lo mío es el scalextric y la Fórmula 1, indefectiblemente dejaban de quererme como sólo se quiere en Facebook...

En fin, no voy a tildar de friki a esta peña porque bastante tengo con lidiar con mis pecados sin necesidad de sumar una cuenta más al rosario, aunque ya aviso que mi otra vida profesional, la rolera, estuvo repleta de frikis y acabé de ellos hasta los cataplines.

Y es que el friki o la friki son muy especiales. Juegan a su hobby, se divierten, exploran posibilidades, empiezan a catalogar a la gente de profesional o no profesional, y cuando quieren dar el salto se profesionalizan ellos, pero a lo friki, es decir: echándote a un lado.

Baste un ejemplo que está sucediendo en estos momentos, y sin pretender irme del hilo: Gente que compraba manuales y complementos de Juegos de Rol sabiendo por la editorial que los había editado que se comercializaban sin permiso, anda ahora ejerciendo justicia popular con iniciativas que pueden engañar al consumidor, dicen. La misma peña que adquiría de buena gana, y a precio más barato, obviamente, material que había sido perforado desde la editorial (literal), es decir, que había sufrido desperfectos intencionadamente —algo que está prohibido expresamente por la legislación vigente—, se está poniendo fina, sumamente fina, con otra peña a la que lo único que se le puede acusar es de bisoña. 

Esta masa aficionada, dormida a ratos, friki justiciera ella, que ha tragado con malas traducciones, con pérfidas ediciones que se destapaban (los libros perdían las tapas por el camino, os lo juro), que ha pagado lo que no está escrito por manuales sobrealimentados de ilustraciones, que en el fondo es la culpable de que a los Juegos de Rol no los reconozca ni la madre que los parió, imparte en este momento lecciones de ética editorial. Muchos integrantes de esta fauna son ahora editores, asesores o community managers...

El friki es voraz. Es algo que he aprendido con el tiempo. Puede disfrazarse de animalista, de feminista, de rojillo, pero lleva dentro un alma liberal y chivata que para sí quisiera Donald Trump. Y en lo nuestro, ha bastado la presencia de un Alejandro Agag para que el motorsport se haya asomado al precipicio, a su precipicio, en el breve espacio de un fin de semana a cuenta de un entretenimiento que se hace llamar Simrace.

A la llamada de un premio de 1.000.000 de dólares, frikis y pilotos de Formula E se han visto las caras en Las Vegas y el terremoto aún nos está sacudiendo. Pero como decía al inicio, hay cosas que me importan un carajo, y ésta es una de ellas.

Estos protohéroes no corren sobre circuitos, sino sobre simulaciones de circuitos donde no caben un Johansson atropellando un ciervo o un aguacero como el de Sepang que acabó con Kimi comiéndose un helado. Mucho menos una grúa donde Jules comenzará a perder su vida, ni otra como la que sacó a Lewis de la curva 1 de Nürburgring...

Tampoco quiero ponerme espeso, pero los frikis juegan, viven el mundo real de los Mundos de Yupi, y el otro, el nuestro, es el Silverstone donde Michael por poco pierde la piernas, Valencia donde Mark hace un mortal de espaldas tras tocar a Kovalainen, o Melbourne donde Alonso se come una órdiga tasada en 45Gs de deceleración después de haberse merendado vivo a Gutiérrez.

Pero la culpa es de nosotros. Si no hiciésemos caso a estos enredos y dejásemos de minusvalorar la figura del piloto en la Fórmula 1 actual, incluso con las escapatorias de cemento o los Safety Car en lluvia, a lo mejor Agag no tenía chicha donde hincar el diente para sustantivar su espectáculo outlet para luego pedir sopitas a Radio Televisión Española, y, de paso, los demás nos evitábamos el trago de tener que explicar la sutil diferencia que existe entre vivir una experienca e interpretarla.

¿Quieren sentirse profesionales y deportistas? Pues bien, yo no tengo problema, salvo que vengan a mi cuenta de Facebook para intentar acumular apoyos y likes y se vayan por donde vinieron porque mi forma de entender este deporte es demasiado old school...

Tal vez los que no están preparados para la convivencia son ellos.

Os leo.

2 comentarios:

chema dijo...

Tienes toda la razón, la culpa es nuestra, la falta de respeto a grandes campeones actuales como Hamilton, Vettel, Rosberg u otros produce auténtica vergüenza.

Anónimo dijo...

Esto es así, desde que el acceso a los poderes que otorga La Fuerza se han democratizado. Y va a peor.

Ya no hay que ser un Skywalker para sentirse todo un Chosen One. Porque Disney Studios lo ha querido así, se vende mejor entre las nuevas generaciones y deja más pasta.