domingo, 22 de enero de 2017

¡Que viva el vino!


Aborrezco estos periodos en que por ausencia de alpiste, creatividad y criterio, los guardianes de la llama nacionales y foráneos recurren a dar categoría de autoridad a cualquier idiotez que se cruza en su camino.

Para este año me había propuesto ser un poquito menos Atila y dejar crecer la hierba que plantan y riegan con tanto mimo los listos de la clase, pero está visto que voy a incumplir mi primera promesa a tan sólo 22 días de haber comenzado 2017, y lo voy a hacer porque la Fórmula 1 acumula tantos problemas ajenos a Maranello, que, sin duda, reducir el bonus que cobra Ferrari es la primera quima que pretende talar Liberty para inaugurar con buen pie la nueva era que nos promete la americana... Sí, por mis santas avellanitas que sí.

Nuestro deporte tiene un cáncer desde hace décadas, que se ha agudizado de un tiempo a esta parte porque la vejez no perdona salvo a los sabios: Bernie lo ha secuestrado, fundamentalmente para beneficio propio, y, ahora, sencillamente se le ha ido de las manos.

Seamos mínimamente serios. Los circuitos no se apean del calendario porque la de Il Cavallino cobre su bonus. Las audiencias no caen porque la rossa percibe más que otros equipos. El espectáculo no está hecho unos zorros porque la italiana sea la supuesta niña bonita. La Fórmula 1 no se ha hecho indescifrable para el aficionado porque La Scuderia se embolse un extra...

Podría seguir describiendo grietas en la pared en las que nada tiene que ver el coco rojo hasta extenuaros, así que mejor dejémoslo en que la distribución de tela se corresponde con esa filosofía de reparto de favores y sobres tan afín al señor Ecclestone, y hablemos de los problemas que ha generado. 

La F1 Low Cost fracasó porque Bernie la estranguló ya que devaluaba el producto. Tenemos proveedor único de neumáticos porque le convenía a él mientras beneficiaba a todos aunque, como hemos comprobado, a algunos más que a otros. No disponemos de una Fórmula 1 más popular, sencillamente porque a la Bruja de Blancanieves le interesan más los setentones que gastan Rolex...

Ferrari se ha beneficiado de todo esto, es obvio decirlo, pero no es ni el problema ni el principal de ellos. Ni siquiera comparto la idea de que las cosas sean así: ha cumplido su parte y cobra por ello, como cobran Red Bull o Renault, por ejemplo.

Pero éste es el mundo de Bernie, y si no fuera porque los que aplauden la idea de quitar el bonus a Maranello son los mismos que han tolerado sus bobadas o jaleado sus ocurrencias, sirviendo incluso de coartada a sus innumerables tropelías porque el inglés no era un santo y el negocio no es una ONG o porque esto es la piscina de pirañas, etcétera, ni me habría molestado en escribir esta entrada.

No pongo en duda que haya que organizar un sistema más equitativo, es más, lo aplaudiría, pero antes que eso, Liberty tiene que desmontar todo el tinglado de este señor que hasta anteayer era imprescindible. El mismo iluminado al que defendían los listos de la clase que ahora hacen tronar sus tambores porque, Ferrari, dicen, además de roja es el demonio; y debe empezar, además, por renegociar todos y cada uno de los contratos (algunos blindados) que atan a sus firmantes hasta 2020.

Hay mucho curro por delante, aunque entiendo que cuando no hay alpiste, creatividad y criterio, los guardianes de la llama nacionales y foráneos recurran a hablar de Ferrari y lo bien que nos iría a todos si la italiana no participase en El Circo. ¡Que viva el vino!

Os leo.

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