miércoles, 4 de abril de 2012

Martes chino


En la intimidad, como aquel presidente de gobierno que tuvimos, en vez de parlar catalá yo invoco a la lluvia, porque he tenido que dejar para este próximo septiembre meterme de lleno con el euskera que dejé aparcado en la universidad, y porque el cuerpo me pide a gritos que en Shanghai llueva, llueva, la Virgen de la Cueva. A tal fin me he puesto en contacto con un viejo mago, que además de ser un oso panda de la dinastía Ming, tiene muy buenas relaciones con algunos dragones milenarios del país más poblado del planeta.

Todo esfuerzo es poco, creo, porque como dijo Napoleón: si China levantara la cabeza... Bueno, no dijo exactamente eso, pero el caso es que China entendió el mensaje y se ha puesto en pie y ya vemos que el futuro pinta de amarillo. Total, que pienso yo en esta intimidad que me embarga en mitad de una tarde de miércoles en la que quien más o quien menos se está yendo a pasar las vacaciones al pueblo porque el asunto crematístico no da para más, que si mi amigo el oso panda convence a uno de los dragones que conoce, para que éste, a su vez, convenza a los 1.300 millones largos de habitantes del país asiático para que canten el jueves día 12, por ejemplo, toda vez que doy por supuesto que al menos un 80% de ese nivelazo de población cantará como poco tan mal como lo hago yo, para el viernes la lluvia estaría asegurada, y fijo que duraba todo el fin de semana.

¿Y por qué quiero que llueva? Pues hombre, porque una segunda victoria del Nano me sentaría de perlas, ¡qué os voy a contar!, aunque con que el asturiano pise podio también me conformo.

Al F2012 le faltan unas vueltas de tuerca. Dicen los que saben más que yo, que hasta España es imposible verlo en plenas facultades. Sabéis de sobra que a optimista me ganan pocos, pero ante estas cosas de tirarse a la piscina voy notando que me hago mayor y tampoco querría descoyuntarme por un quítame allá esas pajas, de manera que con vuestro permiso prefiero cogérmela con papel de fumar como los que siguen empeñados en que el RB8 no va tan mal como pinta, y apostar a seguro porfiando a que el agua le siga yendo bien a la máquina italiana, y a que Sakhir... bueno, Sakhir mejor que no asome el morro en el calendario, por si las moscas.

El cuerpo me dice que aunque haga sol nuestro asturiano puede estar en la pomada, pues resulta de sobra conocido que después de la victoria en Sepang la de Il Cavallino anda por la vida en plan chubarra, y como la moral cuenta, ¡vaya que si cuenta!, a lo mejor podríamos tener sorpresa y todo, tanto en China como en Bahrein. Pero mejor no tensar la cuerda y tirar por el camino de la cautela. Sí, que llueva, que llueva... ¡Que tiene que llover, tiene que llover. Que tiene que llover a cántaros!

Tú y yo muchacha estamos hechos de nubes,
pero ¿quién nos ata?, pero ¿quién nos ata?
Dame la mano y vamos a sentarnos
bajo cualquier estatua, bajo cualquier estatua,
que es tiempo de vivir y de soñar y de creer
¡que tiene que llover, que tiene que llover. 
Que tiene que llover a cántaros!
¡Que tiene que llover, que tiene que llover. 
Que tiene que llover a cántaros!
Estamos amasados con libertad, muchacha,
pero ¿quién nos ata? Pero ¿quién nos ata?
Ten tu barro dispuesto, elegido tu sitio,
preparada tu marcha.
Hay que doler de la vida hasta creer
¡que tiene que llover, tiene que llover, tiene que llover.

Que tiene que llover a cántaros!
¡Que tiene que llover, tiene que llover, tiene que llover.
Que tiene que llover a cántaros!
Ellos, seguirán dormidos,
en sus cuentas corrientes de seguridad.
Planearán vender la vida y la muerte y la paz.
¿Le pongo diez metros, en cómodos plazos, de felicidad?
Pero tú y yo sabemos que hay señales que anuncian
que la siesta se acaba, que la siesta se acaba,
y que una lluvia fuerte sin bioenzimas, claro,
limpiará nuestra casa, limpiará nuestra casa.
Hay que doler de la vida hasta creer
¡que tiene que llover, tiene que llover, tiene que llover.

Que tiene que llover a cántaros!
¡Que tiene que llover, tiene que llover, tiene que llover.
Que tiene que llover a cántaros!

Sí, sí, y sí. Pensándolo bien, tengo que comentarle a mi amigo el oso panda que fui joven y sigo sintiéndome sin canas mientras me queda esperanza, para que presione al dragón milenario a que remueva China desde sus entrañas, porque es tiempo de creer, como decía Pablo Guerrero. 

¡Que tiene que llover, tiene que llover, tiene que llover. Que tiene que llover a cántaros!

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