martes, 11 de septiembre de 2012

Mirad a Halle


Uno está bastante escaldado de que le den gato por liebre día sí y día también, sobre todo cuando conoce de sobra al minino que le mira sinceramente a los ojos, y entiende, además, que las liebres corren libres por el campo y no suelen llamar a la puerta precintadas y con instrucciones para ser aceptadas en la familia, porque alguien, quien sea, dice que resultan ideales de la muerte como animales de compañía.

Por fortuna comparto vida con dos gatos, y lo menciono porque Hilargi, blanca, tranquila y mullida como la luna, y Bagheera, el trastillo de la casa, negro como la noche pero alegre como un mediodía soleado, me han enseñado a entender el mundo como ninguna liebre habría podido… Quiero decir con todo esto que vengo avisado en cuestión de felinos, y si hicieran falta aún más señas, antes que Hilargitxu y Baghy, diré que mis dueños se llamaron Sihaya y Guille en un tiempo pretérito, y que entre estos y aquellos he compartido muy buenos momentos con otros ejemplares de este tipo de animal doméstico al que también idolatraba Mark Twain, por tirar de un ejemplo a mano.

Como no podía ser de otra manera, también me gusta catwoman, y por supuesto si la interpreta Halle Berry, tanto que os invito a que no dejéis de mirarla mientras lanzo mis dardos envenenados contra la liebre que ha soltado la FIA para remachar el concepto de deporte verde con el que se está abriendo paso entre los incautos, ganando pelas a espuertas y justificándose desde hace la intemerata, y que hace relativamente poco (es lo que tiene escribir recién aterrizado de las vacaciones), ha ganado quintales en base a una alternativa eléctrica a lo que ya tenemos, que amanecerá si nadie lo remedia en 2014, y que será liderada por Alejandro Agag (¡Ag!), con la aquiescencia de Jean Todt.

Es cierto que con tan amplios antecedentes como los que presenta nuestro amado organismo rector, y con padrinos tan nobles como los del yernísimo del que fuera Nuestro Presidente, resultaría incluso sencillo tumbar el ideario de la nueva idea (válgame la tontería), pero esta noche no pretendo ir por ahí, sino meterme de lleno en la puñetera manía que tenemos de evitar llamar a las cosas por su nombre y lo que perdemos con ello.

La F1 contamina, es contaminante, fea ecológicamente hablando, costosa para el erario ambiental de todos, y lo suyo sería admitirlo sin chorradas ni medias verdades para valorar después si su coste es asumible o sostenible, que yo afirmaría que sí. No, no es de recibo que cada vez que a los aficionados nos tocan la aldaba del compromiso con el planeta entremos en pérdida, y menos en base a creer que nuestros mayores ya lo están intentando para que tengamos el alma tranquila.
No lo intentan ni lo intentarán porque no se gana dinero con ello, así de sencillo y así de crudo, y si dicen que lo están haciendo, como parece ahora, están mintiendo porque lo importante es seguir ganando pasta y las propuestas verdes, por políticamente correctas y fácilmente asimilables, resultan tremendamente rentables, no nos engañemos.

Así las cosas, sumemos al CO2 que ponemos en la atmósfera con cada escupida de motor de un F1 en una vuelta a un circuito, lo que nos ha costado convertir en cristal líquido cada hilo de fibra de carbono, lo que sangra en contaminación el calor necesario para vitrificarla hasta conseguir tallar la carrocería de un monoplaza, lo que pesa en energía cada uno de los elementos de última generación que lo integran, lo que ahonda el precipicio común cada pieza de plástico o un neumático, etcétera, y hagamos la cuenta… Sigamos enfrentando datos, escalándolos, mirando a la cara lo que nos cuesta realmente cada componente de un vehículo de competición, y llevarlo de Asia a Europa o de ésta a América, de aquí para allá, en definitiva, ecológicamente hablando, siempre, todo ello para que podamos disfrutar cada semana o dos de un espectáculo de motor, y admitamos de una vez por todas que salimos por un pico.

Pero no nos quedemos ahí, valoremos también lo que cuesta ambientalmente hablando llenar cada mañana ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia o Bilbao, por ejemplo, de gente que va a su trabajo desde sus periferias, en avión o en coche; cuantifiquemos la morterada de esfuerzo energético que supone que 40 millones de españoles vivan por encima de sus posibilidades pagando prenda a la señora Merkel, etcétera, y comenzaremos a ver inmediatamente que la F1 no es tan onerosa como parece, aunque siga siendo un blanco fácil para sus detractores, precisamente porque no admite que sale por un ojo de la cara, y lo que es peor, porque no sabe darla para defender que a cambio, ofrece numerosos beneficios tasados en avances mecánicos, en tecnología, en seguridad, en bienestar…

No pretendo hacer comparaciones idiotas. Costamos, claro que costamos, y precisamente porque lo hacemos necesitamos ser responsables buscando caminos de ahorro energético en todos los ámbitos que atañen a la F1, pero el camino más falaz, el más artero, es precisamente decir que ahorramos imponiendo criterios que sólo buscan prosperar en el bolsillo de unos pocos. Establezcamos reglas bien definidas, marcos amplios, horizontes realmente asequibles, y dejemos que la peña piense por sí misma cómo alcanzarlos, con libertad plena, sin fórmulas eléctricas ni otras zarandajas, porque a lo mejor nos soprendemos al descubrir que un motor alimentado por baterías solares o por agua puede hacer lo mismo que uno que bebe gasolina, y a mitad o a un tercio de precio, pecuniario y del otro, del que nos interesa a la larga a todos.

Mientras tanto, sigamos mirando a Halle como nos piden, ya que ella es el señuelo y realmente hermosa, qué demonios, pero hagámoslo admitiendo que nos están tomando por bobos porque por quitarnos, nos han quitado hasta los argumentos, y por ello, nos hemos convertido en una sartén sin mango a pleno fuego.

La F1 ni es verde ni podrá serlo nunca, y si la disfruto sin ruborizarme es, entre otras cosas, porque aparqué mi coche en 1997 y desde entonces soy habitual del transporte público, de los favores, de la espera en el andén, del horario frío, del caminar por las ciudades, de la servidumbre con mi pequeño compromiso, todo con tal de sentirme libre para amar lo que quiero, y sabiendo perfectamente que es lo que he elegido hacer de la manera más responsable posible. Yo también miro a Halle, para qué voy a engañaros, pero me preocupa lo espeso y oscuro del fondo que la arropa.

3 comentarios:

csm dijo...

Vaya mujerón !!! XDD

Indudablemente, este "entorno verde" que propone el primer mundo no es ni gratis, ni solidario, ni desinteresado,...sino otra más de las hipocresías que generan nuevas industrias y negocios millonarios al amparo de "protocolos" (que nunca se llegan a firmar por los países más contaminantes) y de multinacionales que sacan pingües beneficios por vendernos la moto con lo "verde".
Vivimos cada vez más, de cara a una galería que ni sabe ni, me temo, quiere saber.
Gracias!

GRING dijo...

Amén(liberal),Josetxu.

Anónimo dijo...

Tiempo sin escribirte, aunque te leo a menudo.
Más razón que un santo.
Un caso:
Suecia, donde la ecología es una religión (se considera asunto de salud y no de medio ambiente), donde se grava con altísimos impuestos todo lo contaminante o causante de residuos, donde se plantea prohibir el uso de vehículos a gasolina dentro de unos años...
Aznalcóllar, año 1998, empresa Bolidén, vertidos tóxicos que provocaron un desastre medioambiental a las puertas de Doñana mil veces superior a los vertidos del Prestige..

Ni un duro pagaron como indemnización y costes de las multimillonarias tareas de limpieza que hubo que acometer en toda la zona...4.634 hectáreas de terreno.

¿Ecología?...¡ja!, ¡cuánta falsedad!!
Midori