domingo, 10 de noviembre de 2013

El Álamo se queda sin enemigos


El circuito de Austin es uno de esos episodios que más peligro corren en el calendario de Fórmula 1. Si en 2011 evitó la quema porque todavía era una simple promesa, y el año pasado se salvó por los pelos ya que la temporada todavía permanecía tibia con Fernando hostigando a Sebastian, esta sesión, que ya está sentenciada, augura muy poco entretenimiento en los U.S.A., entre otras cosas porque el tercer piloto en litigio por el segundo puesto de la tabla de conductores, Kimi, ha preferido descartarse decidiendo pasar por el quirófano para que le intervengan la espalda a la espera de que Lotus encuentre mientras tanto, el dinero que le adeuda.

Es lo que tiene que los mundiales sean tan largos. Creo que lo he comentado alguna vez y puede que sea momento de repetirlo: el espectáculo ganaría en intensidad con menos pruebas. 

Sería cuestión de mirarlo, desde luego, así como de valorar concienzudamente si el negocio se lo podría permitir, que me da que sí, porque siempre resulta mejor llenar las gradas y aumentar el share, que exponerse a que por una tontería como que Red Bull y Vettel lleven cuatro años zurrando al respetable, la gente llegue exhausta a los últimos compases de un campeonato demasiado largo.

Sin duda, para los incondicionales del tetracampeón alemán y la de las bebidas energéticas, más siempre será sinónimo de mejor, pero admitámoslo, esta regla no escrita no tiene rango de general sino más bien, de marcada peculiaridad.

Así las cosas, pienso que un Mundial con quince o dieciséis carreras quedaría la mar de molón. Seguirían barriendo Sebastian y la de Milton Keynes, sospecho, pero al recortarse previsiblemente las ventajas aritméticas, cada nueva prueba supondría un aliciente en sí misma, una nueva oportunidad para ver triunfar o caer derrotados a los diferentes participantes. 

Además, se podrían rellenar nueve meses contando el de vacaciones, con dos citas en cada uno menos marzo, cada quince días, con tiempo entre unas y otras para que los aficionados rellenemos los huecos despertando del palizón recibido y poniéndonos las pilas para recibir el siguiente. Y de paso, bonitos trazados como el texano, dispondrían de las mismas oportunidades que gozan Sakhir, Yeongam o Hungaroring, por poner tres ejemplos que entendemos todos, sobre cuyos respectivos asfaltos suelen celebrarse eventos que al de poco de llevarse a cabo, no recuerda ni el tato... 

En este escenario hipotético y seguramente idílico, junto a los tres ya mencionados también propondría el descarte de Marina Bay, lugar que recordamos por el tema de que la prueba es nocturna y nos queda relativamente a mano a estas alturas de la película. Pero a lo que iba. Con quince o dieciséis carreras, el COTA (Circuit Of The Americas) tendría sentido y posibilidades como antesala de Interlagos, ya que sobre su cuerda se disputaría una auténtica carrera de Fórmula 1 y no una lucha de saldos, como ocurrirá de hoy en unos días. 

Y es que el Álamo sin enemigos, ni es Álamo ni nada que se le parezca. En todo caso, es sólo una idea. Os leo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Si la lógica imperase en el mundo y por ende en la Fórmula 1, la idea sería pocas carreras pero con emoción a raudales y con los contendientes luchando por cada metro de asfalto.

Ahora bien, como de lógica más bien hay poca o ninguna pues ahí tenemos al tío Bernie tirando de la teta e imaginando circuitos en cualquier lugar extraño donde haya pasta para así alargar innecesariamente el rollo este que nos mete año tras año.

¿El año que viene serán 20 ó 22 pruebas? Ya he perdido la cuenta.


King Crimson

GRING dijo...

¿No fue Bernie el que había comentado algo así como ¡qué bonita era la F1 hasta que llegué yo a joderla!?. Pues eso.