domingo, 22 de diciembre de 2013

El roce hace el cariño


Hubo un tiempo en que el diseño de vehículos de competición atendía tanto a su eficiencia en pista como a su belleza. No se trataba de cumplir con lo proyectado, sino de llegar un poco más allá siendo puntilloso a la hora de alcanzar la perfección en las líneas y volúmenes, incluso en la elección de los colores que acabaría vistiendo el auto. Todo, todo era cuidado con mimo y hasta el último detalle...

El artesanado es lo que tiene, que acaba marcando diferencias sutiles aunque no se quiera, dibujando bellezas pequeñas que por acumulación definen un escenario ante el cual es muy difícil no rendirse, y los vehículos de antaño eran ante todo artesanales y por tanto, únicos.

No es que ahora el hombre no siga interviniendo como hace décadas. Prácticamente la totalidad de los monoplazas actuales también se hacen a mano por especialistas en diferentes áreas, aunque a la vista está que la implicación de la tecnología, con sus innumerables ventajas, arroja un saldo en la actualidad en el que los vehículos apenas se diferencian unos de otros en cuanto se ven desprovistos de la pintura y las decoraciones.

El dibujo a mano en la mesa de proyectos que tanto valoramos en Adrian Newey suena anacrónico y es bello en sí mismo porque los procesos actuales son fríos y esa actividad en concreto, el dibujo a lápiz, sigue resultando cálida a nuestros ojos. Hoy en día se proyecta a través de ordenadores, se calibra y afina en ordenadores. Desde ordenadores se mandan todas y cada una de las intrucciones para el correcto cortado de la fibra antes de su moldeado o la elaboración en torno del último tornillo. El hombre sigue estando ahí, vigilando, ayudando a la máquina, pero ahora en un segundo plano, y en el resultado, mejor dicho, en los resultados, este forzado cambio de papeles se nota.

Mal que queramos, la belleza tiene mucho que ver con la imperfección y por pura necesidad, la Fórmula 1 tiende a buscar precisamente una perfección que ya no depende del ojo del artesano que mira una curvatura recién hecha, sino de una secuencia de números que definen determinado arco atendiendo a una estimación sobre el rendimiento de la superficie. Apenas hay margen para el error en el detalle y éste acaba desapareciendo. Así las cosas, los motores son prácticamente idénticos en cuanto a su volumen y los radiadores y el resto de componentes internos, otro tanto. Podremos cambiar su disposición, organizarlos de manera diferente a los rivales, pero siempre será ligeramente porque la aerodinámica tiene reglas idénticas para todos y la normativa técnica no permite demasiados experimentos.

En aquel tiempo que mencionaba al comienzo, los coches se hacían desde el interior y sólo entonces se recubrían. Hoy es al revés, se diseña de afuera hacia adentro. Los monoplazas actuales son más pulidos que los de antaño y por supuesto mucho más eficientes, pero a cambio, también son menos bonitos y más iguales unos que otros. Hemos perdido en el tránsito o a mí me lo parece, pero en todo caso, el roce, la costumbre, hace el cariño y es difícil cuantificar los daños estéticos, salvo que miremos atrás y nos demos de bruces con máquinas como el Alfa Romeo P3 que decora esta entrada. Era imperfecto, pero era bello y aún así, también ganaba carreras.

Os leo.

1 comentario:

Nacho Lascaray dijo...

En un mundo tan estrictamente reglado como el de la F1 creo que hay que apreciar la belleza de lo tecnológicamente perfecto , en lo formal creo que es muy difícil poder esperar que alguien presente algo muy diferente o revolucionario y el coche más bonito lo será más por los colores del equipo o la colocación de las pegatinas de sus patrocinadores que por el diseño del coche (por cierto a mi me gustaban los morros con escalón 😄...)
Un placer siempre leerte , feliz navidad y lo mejor para el 14