miércoles, 25 de diciembre de 2013

Red Bull no es el enemigo


A tenor de la cantidad de referencias a 2014 hechas por diferentes escuderías, que tienen a Red Bull como ingrediente imprescindible, nadie diría que no fuera la austriaca el leitmotiv del cambio normativo que ya hemos estrenado, y sencillamente no es cierto a pesar de que a algunos les resulte indigesto admitirlo.

Los bocetos preliminares para la nueva normativa datan de comienzos de 2010, cuando Red Bull aún no había ganado ningún título y Bridgestone daba sus últimos estertores como proveedor único en el Mundial, y su detonante no fue limitar la superioridad de ningún equipo en concreto sino buscar una salida al estrepitoso fracaso del marco técnico estrenado un año antes, circunstancia que originó que el KERS dejara de ser utilizado durante 12 meses, precisamente los correspondientes a 2010, y que la importancia de la aerodinámica que se pretendía erradicar a partir de 2008, volviera a servir de apoyo a la actividad por aquello de facilitar los adelantamientos en aras de que las audiencias no se resintieran.

Obviamente y sabiendo lo que sabemos, aquello supuso el inicio de una devastadora carrera de éxitos para Milton Keynes y su primer piloto, Sebastian Vettel, que arrasarían sin compasión a sus rivales durante cuatro años consecutivos mientras los bocetos de los que hablábamos antes se iban materializando.

Bien, llegados a este punto, conviene que consideremos que a pesar de que Red Bull, como claro referente del dominio de estas últimas temporadas, sale inevitablemente a la palestra en cuanto un periodista pregunta a un piloto o jefe de equipo sobre lo que espera para la sesión venidera, nos encontramos en sentido estricto frente a una segunda intentona por parte de la FIA (la primera fue la de 2009) de instaurar un marco reglamentario acorde con un deporte más racional en todos sus aspectos, económico, técnico y deportivo, etcétera.

Así las cosas, tal y como llevo mencionando estos últimos meses, creo honestamente que 2014 no es otra cosa que un pasado a limpio por parte del máximo organismo, de aquellas ideas que pretendían hacer una Fórmula 1 más democrática a partir de 2009, que incorpora además, un inteligente pulido de los errores acumulados que de ser mantenido (clave de todo este asunto), lo que podría arrojar como saldo un espectáculo más limpio y con menos impurezas.

Confieso que no las tengo todas conmigo porque estoy profundamente escaldado con los vaivenes a los que nos tienen acostumbrados la FIA y las ingerencias de Bernie, pero de momento, repito a pesar de lo que me gusta atizar a la cosa esa que dirige Jean Todt y a la bruja de Blancanieves, sospecho que todo lo que veremos a partir de febrero que viene tiene más que ver con un pulso FIA vs. FIA que con pararle los pies a Adrian Newey, entre otras cosas, porque cuatro años dan para muchas reuniones en las que Red Bull ha intervenido como integrante de la parrilla, ayudando con su contribución a perfilar el reglamento que estrenaremos en breve, que dicho sea de paso ya estaba en manos de las escuderías mucho antes de que la austriaca lograra su tercer y cuarto campeonatos.

No, Red Bull no es el enemigo. Se ha hablado mucho estas temporadas pasadas del marco de estabilidad que ofrecía el reglamento técnico de 2009, pues bien, me temo que faltan poco menos de dos meses para que por fin veamos cómo funciona y cuánto da de sí.

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