sábado, 22 de agosto de 2015

¡Ay, Casandra!


Si hace unos días escribía sobre la influencia de los payasos asesinos en la red [¡Que les den!], toca mencionar esta mañana esa vorágine que podríamos denominar como intelectual sin serlo, que trata por todos los medios de acogotar al usuario de internet, como hacían los ilustres de antaño cuando aludían con insistencia a los males que nos rodeaban.

Bien es verdad que los males siguen siendo prácticamente los mismos a pesar de sus nuevos disfraces y los años transcurridos, y también que los ilustres siguen dale que dale con el mismo argumento así llueva o truene. Hay cosas que no cambian. Se echa en falta, eso sí, aquella amenaza bíblica con que nos asustaban los curas, frailes y monjas en el colegio, en base a la cual, si te tocabas con fruición y desmesura, corrías el riesgo de quedarte canijo o perder la vista.

Pero uno acaba superando estas cosas, de forma que cuando alguien alerta que viene la Merkel o que viene el coletas, sabe más o menos de qué se está hablando, en el mundo real, en el bar o incluso en Twitter. Es una simple cuestión de criterio, de formación, de llevar la cabeza sobre los hombros, que se decía antes.

En este sentido, está bien que se critique las redes sociales o internet entera, pero no todo el mundo ahí dentro es idiota. Como mencionaba un pajaritero el otro día a cuenta de un enlace que puse sobre Umberto Eco y su opinión sobre este mundillo [Umberto Eco: «Las redes sociales generan una invasión de imbéciles»], además de emisores de tonterías hay receptores de las mismas, lo que sitúa la pelota en un espinoso tejado, ya que si estos últimos se supone que van a la porquería como las moscas, tal vez se deba a que nadie se ha tomado la molestia de servir miel para que a ella llegaran abejas, hasta que ha sido demasiado tarde, obviamente.

En nuestro pequeño microcosmos deportivo hemos sufrido las convulsiones de este mismo debate aunque en diferentes formatos. Primero fue aquello de que los que sabían no querían desperdiciar su precioso tiempo con porteras o verduleras [apréciese el género femenino, no tiene desperdicio en el contexto], luego llegaron los halcones contra las hormigas, y más tarde, los yo mayestáticos contra los cuatro gatos mareaos...

Elite enfrentada al molesto vulgo. El esto es mío ante el yo también quiero, la vieja historia de siempre.

No me extiendo. McLaren se ha tomado 2015 para preparar 2016, lo sabemos al menos desde marzo pasado, pero los que pierden lectores o televidentes sin saber muy bien por qué, más allá de que la gente prefiera leer a la princesa del pueblo y así nos va, insisten una y otra vez en hurgar en una herida que no da para más, al menos esta temporada. Perseveran en levantar expectativas, en contrastar afirmaciones como si de un careo se tratara, en fabular por el bien de sus lectores y espectadores, incluso en sus redes sociales, que para eso las mantienen. Pero esto no cambia que 2015 sea para Woking la antesala de 2016.

Se rasgan las vestiduras, dicen que así no vamos a ninguna parte, y poco les falta para cerrar sus artículos o comentarios con los consabidos ¡que viene el lobo! y ¡ay, Casandra, no te toques que jamás llegarás a vieja!, o el manido ¡en Twitter no cabe un bobo más!

Os leo.

1 comentario:

chema dijo...

Yo diría que el objetivo de Honda es tener un motor competitivo en 2017.