sábado, 22 de agosto de 2015

Golfos y buenos modales


Los héroes le escogen a uno, como hacen los gatos y los perros. Eso de que uno es dueño de tal o cual es una mandanga como una copa de pino de grande. Lógico que uno nunca esté a la altura de las expectativas.

Miradme. Defraudando a todo el mundo una y otra vez. Escuchando a Miguel Bosé en aquello de «Será que con los años me he hecho inmune a casi todos los pecados, normal me dé pereza ir al infierno si entro y salgo a diario de él.» Escribiendo a las tantas, casi como al principio de las edades, cuando fantaseando sobre Rubens Barrichello era capaz de enamorar ninfas. Levantando envidias, recelos y odios a mi paso, sin saber nunca muy bien por qué. Siendo de Prost hasta la médula, pero sin perder los anillos por seguir a un asturiano que adora a Ayrton Senna, ya véis.

Nunca vi correr al galo en el fragmento de un instante. No me envidiéis. Lo veía en las páginas de la Grand Prix Internacional de primeros de los ochenta del siglo pasado, y debió ser allí cuando me cogió por las solapas para decirme: no me abandonarás jamás.

Nada tuve que ver en aquel milagro. Leía también Sport Auto y una cosa llevó a la otra. Francés el héroe y francesa la revista, lo mío estaba más que claro, como diáfano era lo que sentía por Gilles, aunque el quebequés se me fue demasiado pronto. A cambio me quedó Alain y su no me abandonarás jamás. No me abandonarás jamás; no, jamás te abandonaré.

Dicen que le dieron la patada en La Régie porque se atrevió a entrar a contravolante y con el pie a tabla, entre las sábanas de la esposa de un importante del equipo. Acabó en brazos de Ron Dennis a buen precio y con los pantalones y gayumbos todavía en las manos, y de ahí p'alante, que diría aquél. Calmó su fogoso temperamento en McLaren y cuentan que Niki Lauda le enseñó a ser como una calculadora, pero debe ser mentira, porque si existe un piloto en nuestra Historia capaz de reinventarse, de adaptarse, ése es Prost.

Total, que con dos títulos bajo el brazo, Woking le ficha como compañero a Senna porque se presuponía que el vecino de Astérix ya tenía bastante con sus coronas. Pero Alain bate al paulista por 11 puntos en 1988, aunque pierde el cetro porque las reglas siempre son las reglas. En 1989 se saca la espinita y se calza su tercer título y se las pira a Ferrari porque el home huele a chamusquina por los cuatro costados. Aunque la verdad, pasa de guatemala a guatapeor, a pesar de que ahí deja lo de llamar camión a un coche de Maranello, ¡con dos cojones!

Un año en blanco (1992), y vuelve a terminar el trabajo inconcluso, zumbando a Ayrton desde Williams. Y va y se pira del todo tras haberlo logrado, con cuatro mundiales y cuatro subcampeonatos, que deberían haber sido cinco y tres...

¿Cómo no querer a este pieza?

Ya no quedan pilotos como Alain. Los buenos modales imperan en el paddock y no hay sitio para que un tipo te susurre una noche cualquiera: no me abandonarás jamás. ¿O sí?

«Será la primavera y aunque nada sea culpa de las flores, pasa el tiempo, pasa, y lo que pasa, pasa una y otra vez.»

Os leo.

1 comentario:

luis mari dijo...

"No me abandonarás jamás..."
Curiosamente, a mi también me lo ha dicho un piloto, pero este es asturiano...