miércoles, 28 de octubre de 2015

Banalizando la tradición


Parece que esté todo el pescado vendido pero nada más lejos de la verdad. A falta de tres pruebas, Mercedes AMG ya es bicampeona y Lewis Hamilton tricampeón del mundo, pero aún queda por ahí una lucha por el segundo puesto en la tabla de pilotos —la de constructores ya está amarrada por la rossa—, en la que Ferrari seguro tiene mucho que decir.

Como tifoso no estoy satisfecho, qué os voy a contar. Con éste son siete largos años en los que Maranello no consigue grabar su nombre entre los mejores, y al paso que vamos, La Scuderia corre riesgo de convertirse en una segundona de libro. Ya sabéis: siempre ahí, siempre generando noticias, siempre la más guapa y la más divertida, pero a la postre, la novia de la boda siempre es otra.

Tampoco vamos a cargar las tintas —lo vivimos a comienzos de esta década con McLaren, aunque por aquello de ser honestos, la británica mordía una y otra vez el polvo enfrentándose precisamente a la de Il Cavallino—, pero de 2009 a esta parte la cosa ha cambiado radicalmente. Las mejores escuderías no son las llamadas tradicionales, sino propuestas one-shot ante las que ser comparsa acarrea un plus de humillación.

Brawn GP venció en 2009, Red Bull Racing de 2010 a 2013 y Mercedes AMG, en 2014 y 2015... 

Sí, soy consciente de que meter a Brackley en este ramillete de rosas puede sonar a demasiado forzado, pero considerar a la inglesa en todo o en parte equiparable a McLaren, Williams y Ferrari, sería como admitir que porque la de Toto y Niki porta la enseña de tres puntas en la nariz de sus coches, la de Lopez también es legendaria porque lleva un remedo de la vitola de John Player Special sobre la carrocería de sus vehículos y usa el nombre que dio Colin Chapman a su escudería. Nos entendemos, ¿verdad?

Pero a lo que vamos, que no es otra cosa que a pesar de las apariencias, el negocio lleva tiempo apostando por atraer sangre nueva al Circo, al precio que sea, buscando sufterfugios donde incluso nunca habían existido. Aunque a la vista de los datos nadie en su sano juicio diría que no le haya salido el tiro por la culata.

En el corto espacio de esos siete años que aludía antes, hemos sufrido 3 coches a los que la afición coincide en llamar dominadores, que podrían ser 4 de no ser porque Brawn GP adolecía de males de tesorería, cuando en el resto de la historia de la Fórmula 1 apenas nos llega con los dedos de una mano para señalar monoplazas de esos.

Los récords son pulverizados casi cada jornada de carrera, los Grand Chelem ya no son ave raris como antaño y obviamente, los títulos caen como rosquillas. Y si queremos más chocolate, os comento que leí el otro día que en las 66 sesiones en que se ha disputado la F1, han sido 15 las ocasiones en las que un campeonato ha quedado sentenciado a tres carreras de finalizar, de las cuales, 3 se concretan en el último lustro (2011, 2013 y 2015).

No hay que ser muy listo para entender que escalando estos números, deberíamos haber vivido a 6 por década, 39 episodios similares al que hemos disfrutado este año, y comprender qué está sucediendo o por qué los aficionados se ausentan de los Grandes Premios o silban a sus héroes... La Fórmula 1 tiene prisa por hacer caja y llevamos temporadas en que quizás esta peculiaridad se nota demasiado.

Y la de Il Cavallino salía a bolsa hace una semana, y hay quien no entiende todavía que en nuestro deporte no queda demasiado espacio para las coincidencias por mucho que aquí y al menos desde octubre del año pasado, momento en que Vettel firmaba con Maranello, hayamos advertido que no era casualidad que Fernando se largara de La Scuderia afirmando que hacía lo mejor para Ferrari, ni que aventurásemos con meridiana antelación, que ésta iba a ganar poder político gracias a su alianza con Bernie.

Os leo.

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