domingo, 1 de enero de 2017

Ominous drums [#Nürbu 12]


Los circuitos se marchitan como las relaciones humanas, unas veces por descuido, otras por sobrexposición. A veces, por simple rutina...

A decir verdad, el gigante de las Eifel vivió su único momento de grandeza hace casi un siglo, cuando era un completo desconocido y ni siquiera se había comenzado a tallar en las montañas. Los sueños son siempre más fuertes que la realidad, y mientras se diseñaba y luego las máquinas y los operarios le daban forma, Nürbugring alcanzó su mayor estatura. En esto coinciden todos los sabios, y en que a partir de ahí vino su paulatino e inevitable declive.

El 18 de junio de 1927 se estrenaba el mito. Es en ese instante cuando se detectan las primeras imperfecciones, aunque no importan demasiado porque la ilusión puede con todo. Es un juguete nuevo y reluciente, empapado de magia. Largo, infinito, indomable, duro, exigente, huraño en según qué zonas, el trazado enamora porque oculta suficientes secretos como para resultar irresistible a cualquier aventurero.

Pero los enigmas irán siendo descubiertos uno a uno conforme se disputan las carreras. Es ley de vida.

Durante 12 años los sucesivos velos se han rasgado por completo y después ha llegado la guerra y la posguerra. Y cuando en 1951 el Nordschleife se suma al calendario del Mundial de Fórmula 1, lo hace como una peligrosa leyenda ante la cual no conviene bajar la guardia. Sus ojos verdes callan entonces más que hablan, su voz sigue siendo capaz de volverse un susurro pero su tacto es tibio sólo en contadas ocasiones y las plumas de sus alas se han vuelto afiladas hojas de puñales.

Nada volverá a ser igual.

Nürburgring se revuelve. Encadenado, consciente de que no hay huída posible ni princesas que se dejen enamorar ni caballeros andantes que buscan tan sólo que sus nombres se recuerden, se adapta como puede a una nueva visión del mundo en la que interpreta todo lo malo. Ya no es rápido, sólo es intransigente. Ahora mata cuando antes producía la muerte más dulce y aterciopelada a quienes osaban medirse con él.

Largo, infinito, indomable, duro, exigente, huraño en algunas zonas, el trazado a mediados de los setenta del siglo pasado produce miedo porque es tramposo, arriesgado e impredecible. Las mismas constantes que medio siglo antes lo hicieron tremendamente sugestivo, jugaban ahora en su contra, y lo iban a derribar.

Dijeron de él que había envejecido mal. ¿Quién puede afirmar que no fuera eso...?

Os leo.

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