sábado, 24 de febrero de 2018

«Streamliner»


Seguramente el Streamliner más famoso de nuestro deporte sea el Mercedes-Benz W196, aquel coche plateado de líneas redondeadas y esbeltas que no le gustaba conducir a Juan Manuel Fangio porque no poder ver las ruedas delanteras le producía desasosiego, pero a mediados de los cincuenta del siglo pasado, lo cierto es que los vehículos carenados o semicarenados resultaban una fascinante atracción en los circuitos y los fabricantes se aplicaban a crearlos a cuál más hermoso e imponente.

Olvidaros por un momento de la comodidad de nuestros tiempos. El concepto monoposto (monoplaza) de entonces poco o nada tenía que ver con el de ahora. Es más, la idea de Fórmula 1 tal cual la conocemos en la actualidad ni siquiera era aplicable en aquellos años, pues las autoridades de cada Gran Premio disponían de cierto margen para maniobrar dentro del marco regulador propuesto por la Fédération Internationale du Sport Automobile.

Las carreras eran muy diferentes. Por ponernos en situacion, baste decir que el circuito de Spa-Francorchamps contaba con una cuerda total de 14 kilómetros pasaditos, que se recorría a una distancia total de 500, más o menos, cifra que se fue reduciendo posteriormente hasta los 394 de la edición de 1970. También estaba el Nordschleife por allí, trazado del que hemos hablado bastante en este mismo blog [#Nürbu]... En fin, cada prueba era un mundo y quien más, quien menos, trataba de acomodarla lo mejor posible.

Había, obviamente, pistas endiabladamente rápidas como Reims o Monza, y con el retorno de las grandes monturas después del periodo 1952-53, en que los coches eran en la práctica F2 con menos velocidad punta debido a la menor cilindrada, los riesgos de accidentes aumentaron y el Gran Premio de Francia y el de Italia aceptaron que los vehículos participantes pudieran ir carenados en su todo o en alguna de sus partes, siempre y cuando siguiesen manteniendo el habitáculo abierto.

La aerodinámica tampoco servía para lo que ahora. Consistía, básicamente, en reducir el coeficiente de penetración en el aire (Cx) y permitir así grandes velocidades en recta sin que el vehículo saliera despedido hacia uno de los laterales debido a una turbulencia generada por un rival, o sencillamente, porque un ligero movimiento en el tren delantero podía desestabilizar el monoplaza, a veces con consecuencias desastrosas para el piloto y la máquina.

Nacen así los bellísimos Streamliner, coches de carreras dotados de carrocería envolvente. Y como decía al inicio, a pesar de que el W196 es el más conocido o el que más ha trascendido, muchos más adoptaron este tipo de versiones, como el Bugatti 251, el Ferrari D50 que condujo nuestro compatriota Alfonso de Portago, el Gordini T32, el Vanwall VW6  o este precioso Maserati 250F que os muestro más abajo.


Se les podía ver en contadas ocasiones, pero eran los Streamliner y ahí han quedado, para que sigamos babeando con esas formas sinuosas y esas colas alargadas que los hacían tan característicos.

Os leo.

1 comentario:

enrique dijo...

Me encanta la idea de que cada gran premio impusiese sus "normas", les dotaba de personalidad propia. Hoy en día esta mucho más estandarizado, para bien y para mal. Entiendo perfectamente a los que se enamoraron del automovilismo en aquella época, debió resultar apasionante.