domingo, 4 de marzo de 2018

Tres tristes tigres


Mañana empieza el sarao de nuevo, y si no fuera porque satura bastante encontrar en el camino más púrpuras de los que nos merecemos, intuyo que será una semana fantástica, no tanto por lo que se cueza en Montmeló como por cómo nos lo contarán los herederos de aquellos frikies a quienes dediqué una entrada en 2012 [Billy Elliot está de exámenes].

Son legión en la actualidad y resulta muy complicado argumentar que vamos mal como afición en España cuando hay tanta gente dispuesta a perder un par de horas o tres, o las que hagan falta, con tal de escribir sobre motorsport, o hacer un podcast o materializar un vídeo para Youtube tratando idéntica temática. Pena que se estén encontrando con la resistance de los que se consideran legítimos y algunos otros gurúes al por mayor, y a mí me pille esta pelea tan cansado y tan de vuelta de todo...

Nacemos ciegos y nos abrimos a la luz y a la comprensión del mundo casi a la vez. Todos, todos, repito, no supimos ni por dónde nos daba el aire en algún momento de nuestras vidas. A veces sueño con que Ignacio y yo asaltamos de noche el museo de Fernando Alonso en La Morgal. Sin necesidad de linternas, posaré mi mano sobre su hombro y dejaré que me guíe porque es especialista en abrirse paso donde yo tropezaría mil y una veces. Y cuando me diga que hemos llegado acariciaremos juntos la carrocería de tal o cual otro coche de la colección y le diré: por aquí va el aire hacia este otro sitio... ¡Aquí, aquí!, ¿lo notas...? ¿Percibes esta curvatura? Pues sirve para que haya más presión por debajo y que el tren delantero se sujete al suelo...

La idiotez está en pensar que somos insustituibles, como Bernie, en que nos bastamos por nosotros mismos.

Nadie nació sabido pero hay quien sigue empeñado en negar que como entendidillos somos más volátiles y frágiles que un debate serio en Twitter. Yo pasé por ese sarampión alrededor de cuando escribí la entrada que enlazaba antes. Iba a dejarlo definitivamente, en serio, pero me hicieron recapacitar unos dedos posados en mis labios y un beso... lo pensamos mañana, cielo. 

Admiraba a los Billy Elliot de entonces, eran generosos y, todavía hoy, algunos lo siguen siendo, para qué vamos a ser cicateros con esto. Poco a poco llegaron los demás y creyeron que el monte era de orégano y hasta solicitaron al personal carné de aficionado antes de dejarle hablar. Y luego ha llegado la marabunta. Chavales, en el mejor sentido de esta palabra, ilusionados hasta decir basta, que por miriadas pretenden abrirse paso pero no se enfrentan a los que construimos este mundo cuando todo estaba por hacer, sino a los que se apropiaron de él para decir que siempre ha sido suyo.

Me enternece cuando alguien me explica que Pirelli no tiene arreglo o me discute qué pasó con las banderas de Interlagos 2012, o me aclara que el morro del RB6 ya flexaba en 2010. Me ablanda más, lo confieso, que algún sabio no sea capaz de articular mi nombre cuando utiliza mis ideas para sus exposiciones en áula...

Charly Barazal me entregó hace un mes y medio sus líneas preliminares para mi libro y hoy me han llegado las de Guillermo. Son dos cabrones, que lo sepáis. No imaginaba yo que había ido dejando tanta miguita y tanta pista, pero bien está que te diseccionen los amigos porque los enemigos acostumbran a abrirte en canal y a regar el suelo con tu sangre.

Sea como fuere, mañana volvemos al ruedo y os necesito como en 2007, que es lo realmente importante a estas horas. Toca semana de extraer magia a la aerodinámica, de exprimir con todas las consecuencias el MGU-K —a ver si encuentro hueco y explico por qué ahora y no antes—, y de ver como queda la competición entre quiénes dicen tenerla más grande. Pero esto último es secundario, no lo olvidéis. Lo importante es lo otro.

Os leo.

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