miércoles, 4 de abril de 2018

Stroll y la guerra de papá [26-01-2018]


El affaire Williams parece que tiene cuerda para rato. A lo inexplicable de su situación actual, tanto en pista como entre bamabalinas con la evaporación de Martini para 2019, se suma el constante runrún que sale de Grove y es convenientemente aireado por la prensa especialista. Sin embargo, Lance Stroll continúa permaneciendo en un cómodo segundo plano, lo que me ha llevado a pensar  que a lo mejor os apetece leer estas líneas que escribí a finales de enero pasado para Tercer Equipo.


La pareja del año —por llamarla de alguna manera cuando la película de esta temporada ni tan siquiera ha comenzado— son Lance Stroll y Sergey Sirotkin por decisión de la todopoderosa prensa británica, ya que, objetivamente hablando, cuando no había razones para ello se ha hablado más de ellos que de Charles Leclerc (Sauber) o Brandon Hartley y Pierre Gasly (ambos en Toro Rosso durante 2018).

Después de juguetear con la posibilidad de que Robert Kubica pudiese ocupar el asiento libre dejado por Felipe Massa, cuando desde mediados de diciembre pasado se daba por cierto en determinados círculos financieros que en el pulso mantenido con el piloto polaco triunfaría el monumental empeño mostrado por SMP a la hora de colocar a un piloto ruso sobre un Williams, una vez conocida la noticia de que el moscovita vestirá definitivamente los colores de Grove, los chicos de la british press no han dejado pasar oportunidad de afear la operación, pero ojito con esto, manteniendo a Lance Stroll ajeno todo lo posible a ella.

Por suerte para nosotros, la afición actual ni es bisoña ni tonta. Hemos crecido y tenemos criterios más finos, en una palabra: nos la pueden dar con queso con menos facilidad que hace unos poquitos años antes.

Lo que no cambia es la cultura informativa, que sigue consistiendo en que las biblias de nuestro deporte —anglosajonas, fundamentalmente— eligen candidato y deciden si le damos bien en los riñones o lo elevamos a los altares, y esto, mal que queramos, no deja de ser un vicio heredado de la época en que mandaba Bernie Ecclestone, que debería ser erradicado cuanto antes por Liberty Media, ya que jalear al personal con intención de caldear el partido, amén de feo viniendo de un medio de comunicación, resulta demasiado futbolero para los intereses de la Fórmula 1 y el día menos pensado nos da un susto, Dios no lo quiera.

Basta leer «No Angel; The secret life of Bernie Ecclestone» de Tom Bower (traducido aquí como «El hombre que inventó la Fórmula 1; La vida secreta de Bernie Ecclestone»), o «Bernie’s Game» de Terry Lovell, para comprender la importancia crucial que han tenido y siguen teniendo los medios afines al Boss, a la hora de configurar y modelar el estado de opinión que lleva al aficionado a tragar con lo que le echen o a ponerse en estado de alerta según sea el interés correspondiente.

Podríamos mencionar también el libro de Antonio Lobato, «Volando sobre el asfalto», en cuyas páginas se describe impecablemente el factotum y las razones del poder mediático actual de las cabeceras británicas, y cómo ha sido posible que hayan conseguido que sus tentáculos sean tan largos como poderosos…

En realidad todo esto se escapa al interés de este artículo, para qué vamos a negarlo. Aunque sirve de estribo para entender por qué habiendo pilotos noveles en la parrilla con infinita mayor calidad contrastada que Lance Stroll, la prensa que importa, la que abastece de noticias a las otras, ha decidido posar sus ojos en la calidad de Sergey Sirotkin, cuestionándola, como si el año de convivencia que nos han brindado en 2017 el canadiense y Felipe Massa supusiese una cuestión menor.

Como os sucede a la mayoría de vosotros, entiendo que hay gato encerrado en toda esta historia que se está montando alrededor de la pareja del año que mencionaba al inicio.

En realidad no da para tanto. Sirotkin y Stroll no dejan de ser a día de hoy una mera conjetura. La pista decidirá quién de los dos es bueno o rematadamente malo, y a pesar de la sombra que planea sobre el asunto, el poder del padre de la criatura, don Lawrence, y su previsible influencia sobre los plumillas británicos heredada del modo de hacer de Bernie, puede que resulte insuficiente cuando el semáforo se apague el domingo 25 de marzo, en la apertura del Gran Premio de Australia.

Que Robert haga de piloto de desarrollo o que se nos hayan olvidado los galones que ha conseguido tovarich Sergey a lo largo de su corta carrera profesional en monoplazas, no tiene por qué significar que papá haya ganado esta guerra que deberá defender Lance centímetro a centímetro de asfalto durante 2018.

Os leo.

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