viernes, 25 de mayo de 2018

La noche y su magia [#BlueTrain/022]


Llamamos magia a cualquier cosa que no entendemos. Las croquetas de mi madre, un ejemplo, eran mágicas hasta que poquito a poquito he sido capaz de replicarlas en la cocina. Ahora siguen siendo mágicas, pero porque son de ella y porque cuando ella no esté y no pueda valorar qué tal me han salido, yo seré su heredero natural en su santuario: los fogones.

La noche y Le Mans están íntimamente ligadas. Dicen que surge la magia cuando cae el ocaso sobre La Sarthe y el velo de oscuridad no se levanta hasta las primeras luces del amanecer del día siguiente, pero lo que hay en esos instantes es una intimidad del hombre con el deporte que le retrotrae a épocas en las que no había ni tanta información ni tanta chanfaina.

En arte se llama «umbral» a todo esto. Un área difusa de apreciación en la cual conviven con naturalidad lo denotativo y lo connotativo hasta que la experiencia de la realidad inclina al observador hacia uno u otro lado. Jim Clark murió en Hockenheimring en el lado connotativo de la cosa. Nadie vio su accidente pero fueron muchos los que escuchando el lamento de los neumáticos y el crujir del metal supieron que algo funesto le había pasado al astro escocés...

Los árboles y las peculiaridades del trazado alemán contextualizan la magia que siempre tuvo hasta que Bernie Ecclestone y Hermann Tilke lo convirtieron en potito para bebés. Los coches entraban en el campo de visión del aficionado y salían por el lado opuesto. El rugir de los motores los antecedía y de igual modo los despedía, haciendo incluso más importante el sentido del oído que el de la vista. La experiencia sin duda era única, y de ahí que se hable de magia al aludir a aquellos tiempos.

En Le Mans la noche ejerce el mismo efecto para el aficionado que disfruta de la carrera a pie de circuito. 

Lo que se puede ver en la lejanía cuando la luz del sol ilumina la pista, se convierte en ruido y luces de focos cuando ha caído la oscuridad. Oyes antes que ves y disciernes sólo luminarias antes de comprender a qué coche o a qué otro se corresponde la realidad que tendrás delante de tus ojos por un instante, lo que dura un fogonazo, y tal vez ni eso.

Si la tecnología es útil en otras cosas, hay que reconocer que nos ha jodido bien jodidos en experiencias como los que estoy relatando. Nunca he estado en Le Mans pero es una de mis asignaturas pendientes, y cuando por fin salde mis cuentas y cumpla mi sueño, desde luego que apagaré el móvil o la tablet, porque vivir la noche en Le Mans sólo la entiendo disfrutándola al modo de los antiguos. ¿Quién llega? ¿Es él? ¿Soy yo o ese motor suena raro...?

Umbrales e incertidumbre. Amama y sus croquetas. La noche y su magia. Os leo.

No hay comentarios: